En política hay gestos que pesan más que cualquier discurso. Y en el primer informe de labores de la alcaldesa de La Paz, Milena Quiroga Romero hubo un gesto que retumbó más fuerte que todos los logros que enlistó: poner en primera fila de su discurso, como invitado especial, a Ernesto Ibarra Montoya.
Sí, ese Ernesto Ibarra. El mismo que en la pasada contienda llamó a Morena “corruptos”, “traidores” y todo lo que se le atravesó, mientras era candidato del PRI, PAN y PRD en Los Cabos. El mismo que hoy pretende entrar a Morena casi a empujones, aprovechándose de que se autoproclama “promotor” de la alcaldesa en Los Cabos. Y el mismo contra el que el propio gobernador Víctor Manuel Castro Cosío ya había marcado distancia con una frase que todos entendimos: “No se trata de sumar por sumar”.
Pero Milena decidió no escuchar. Y no solo lo invitó: lo presentó como si se tratara de un aliado natural de la Cuarta Transformación.
Y ahí empezó el ruido.
Porque no fue solo Ernesto. En su lista de “invitados distinguidos” también apareció una figura conocida dentro de Morena por el famoso “robo” de estructura electoral en la elección pasada: militante morenista de credencial, pero operadora–en los hechos–de Fuerza por México para apoyar a su sobrina, candidata en Los Cabos. Otra señal de que, al menos en el radar de la alcaldesa, la lealtad partidista es… flexible.
Y todavía hubo más. Otro personaje no grato —que en su momento llamó “traidores” al gobernador y al senador Homero Davis Castro porque no le dieron la candidatura a la alcaldía de Los Cabos— también fue mencionado. No ganó nada, ni una regiduría, pero ahí estaba en la narrativa oficial del informe, como si representara algo más que resentimientos viejos.
Así, entre nombraditos y palmadas políticas, Milena dibujó un mensaje claro:
ella juega sola.
Porque si en Morena hay una figura que funge como líder moral en Baja California Sur, ese es el gobernador. Y la alcaldesa, con cada gesto, parece alejarse un paso más de su ánimo político. El ejemplo más reciente es la propia dirigente estatal del partido, Karina González Gavarain, quien confirmó que sí, el partido abrió un proceso para determinar si procede la adhesión de Ernesto Ibarra. Es decir: lo que Milena ya asumió como hecho, Morena apenas lo está discutiendo.
A eso se suma su narrativa cada vez más confrontativa:
—“Tengo enemigos identificados,” dice.
Los medios, según ella, no informamos: “atacamos”.
Pero lo cierto es simple: un funcionario público está obligado a dar resultados sin esperar aplausos, igual que cualquier trabajador cumple su deber sin que lo festejen todos los días.
Y cuando Milena afirma que sus críticos “son bots”, la realidad se encarga de corregirla. Ayer, en una plática presencial con estudiantes del Instituto Tecnológico de La Paz, los “bots” se le salieron del aula: jóvenes reales, de carne y hueso, cuestionando, señalando, inconformes.
Esos no son algoritmos. Es ciudadanía.
Y ahí queda expuesto el problema mayor: Milena habla de lo que Milena quiere, no de lo que le importa a la gente. Construye un discurso para sí misma, no para sus representados. Está convencida de que la crítica nace del odio, no de su propia desconexión.
El liderazgo no se presume: se ejerce.
La disciplina no se exige: se aprende.
Y los aliados no se inventan: se construyen.
Por ahora, la alcaldesa de La Paz parece más interesada en desafiar a su propio partido que en fortalecerlo. Está en su derecho. Pero que no se sorprenda si un día descubre que, en esa ruta de indisciplina política, termina caminando sola.
Por si fuera poco, ayer, Milena Quiroga estuvo en Los Cabos acompañada de quién no debería acompañarse para seguir su campaña personal…

